Marta y Julián: la historia detrás de Alforjas Sudamérica
A la hora de planificar un viaje en bicicleta, son muchas las cosas a tener en cuenta. La ruta, el dinero necesario, dónde vas a dormir, qué vas a llevar y cómo. Lo importante es entender que tu bici va a ser tu casa y tu medio de transporte por el tiempo que dure la aventura. Contar con alforjas (bolsos para bicicletas) de calidad y, sobre todo, impermeables, es un punto fundamental. Pero las cosas materiales no son lo único que uno se lleva en un viaje en bici. Uno siempre quiere llevar algo que le recuerde a las raíces, que tenga historia. Una alforja deja de ser sólo un bolso cuando son hechas a mano por personas que estuvieron en el ruedo, que saben de vientos en contra y temporadas lluviosas. Manos que tocaron el mar en las costas de Ecuador y la Pachamama en Bolivia.
Alforjas Sudamérica son hechas en Buenos Aires, Argentina por Marta y Julián. Ellos confeccionan manualmente cada alforja como si fuesen las suyas, porque así fue como empezó todo. El logo (Sudamérica) se les ocurrió de forma espontánea por el amor que tienen a su tierra:
“Lo pusimos en nuestras alforjas antes de que fuera nuestra intención venderlas. Tenemos muy a pecho nuestro continente. Luego fue natural dejarlo como marca. No nos gusta llevar marcas y creímos que era algo con lo cual todos se sienten identificados. Los nombres de los productos los pusimos en idiomas nativos de esta tierra como el Quechua, el Aymara, el Guaranì (entre otros que aún no lanzamos que están en Mapuche y Guajiro). Sentimos mucho orgullo de lo que somos en nuestros orígenes y, si bien el mercado indica que poner nombres en ingles vende más, nuestra idea no es tanto comercial. Apuntamos a la recuperación de los orígenes que son nuestros y bellísimos”, cuenta Marta.
Todo empezó a principio de 2010 cuando Marta estaba estudiando Biología en Italia (donde residía) pero con la cabeza puesta en Sudamérica. Hacía tiempo que estaba en busca de un compañero que quisiera acompañarla a recorrerla en bicicleta. Y así llegó Julián, quien planeaba hacer lo mismo pero con mochila y solo. Finalmente, acordaron emprender el viaje juntos y, mientras esperaban que Marta termine sus estudios, se sumó un tercer valiente al viaje: Yogur. Un perrito que rescataron de la calle y que al poco tiempo ya tenía carro para sumarse a la aventura.
“El 1° de Mayo de 2011 salimos los tres a recorrer el continente. Sin experiencia, ni equipo, ni dinero, ni referentes, pero con muchas ganas”, dice Marta.
Llegaron con sus ahorros hasta el norte argentino. Ahí tuvieron que buscar otra forma de solventar sus gastos e incursionaron en las artesanías. Consiguieron algún que otro trabajo, casi siempre por comida y alojamiento y ahorraban dinero durmiendo en cuarteles de bomberos y en los centros de deportes de los pueblos. El hecho de contar con poca plata no hizo que volvieran sino que los llevó a relacionarse aún más con las personas que conocían en el camino y les ofrecían ayuda.
“Hubo gente que nos regaló dinero desde su auto, en la ruta. Municipios que nos pagaron hoteles, comida y nos regalaron ropa deportiva”, agrega Marta.
Anécdotas del viaje que duró un año y medio, tienen muchísimas. Una de ellas ocurrió en el pueblito soñado de Ollantaytambo, entre esas callecitas empedradas que invitan a caminarlas por horas. Conocieron a Ivo en la plaza central mientras estaban buscando un lugar donde pasar la noche. Él los llevó a su casa y, como era sonámbulo, se iba todas las noches a dormir a la casa de una amiga sólo para no molestarlos. Diez días pasaron en total con Ivo, cinco antes de subir a Machu Picchu y cinco al regreso.
Otro momento que destacan es cuando conocieron a Aymara en Puno, Perú. Estaban en la calle vendiendo sus artesanías cuando una nena se les acerca y le pregunta al padre si podían ir a dormir esta noche a su casa. El padre insistió en que fueran pero les advirtió que su casa estaba un poco alejada del pueblo y que no tenían agua para ducharse. Marta y Julián, luego de entregar unas artesanías que les habían encargado, se dirigieron hasta la casa y se encontraron con una familia hermosa y una casa impresionante frente al lago Titicaca. Recibían a viajeros de todos los países y en todas las condiciones con la intención de que su hija (Aymara) aprendiese de otras culturas, pero sin olvidar sus orígenes. Se quedaron diez días con ellos.
Ya en Ecuador, un día después de haber cumplido su primer año en ruta, Yogur, su compañero de viajes, fallece.
“Fue un golpe demasiado duro. Gastamos nuestra última plata para poder cremarlo, ya que no tuvimos el coraje de soltarlo. Nuestro viaje cambió mucho a partir de esa perdida. Yogur nos hizo ver y vivir la naturaleza de otra manera.”
Siguieron viaje y, al no poder cruzar a Panamá por los altos costos, decidieron seguir por Venezuela donde tuvieron que tomar un avión con plata prestada y volver a Argentina debido a situaciones económicas y familiares.
En palabras de Marta: “Hay muchísimas historias que podría contarte, pero el resumen es que no tuvimos ninguna experiencia fea, que la gente nos ayudó más de lo que se puede uno imaginar, que tuvimos familia en cada lugar donde pasamos y que ese viaje nos cambió completamente la cabeza. Que la vida está llena de gente maravillosa. Es un viaje de solo ida y volver a la “realidad” es casi imposible.”
A los pocos meses de regresar, ya estaban planeando una nueva salida hacia Brasil. Julián, se dedicaba a confeccionar las mochilas que se usan para transportar agua en los incendios forestales y notó que eran del mismo material que las alforjas que usaban los europeos para viajar en bici. Más resistentes e impermeables. Con la idea de no tener los mismos problemas que en el primer viaje, empezaron a confeccionar sus propias alforjas. Quedaron tan contentos con lo que habían creado que decidieron hacer algunas para vender.
Alforjas Sudamérica fue creciendo cada vez más, tanto que aún no volvieron a salir a la ruta. Pero siguen haciendo lo que aman y están orgullosos de ofrecer un producto nacional de calidad. La gente los elige incluso desde otros continentes.
Crecieron tanto que el próximo 28 de junio van a exponer en el encuentro de cicloturismo en Buenos Aires. Para más información sobre este evento pueden entrar aquí: Cicloturismo- El encuentro.
En Viajeros Crónicos, llevamos con orgullo estas alforjas con historia y esperamos recorrer con ellas muchos kilómetros más.
Categorías: Historias de vida
Qué linda historia detrás de las alforjas… nosotros las conocimos tarde, pero mejor tarde que nunca 😉
Complimenti Marta, alla fine vedo che il tuo viaggio lo hai fatto 🙂 mi fa molto piacere buon cammino….
Hola Marta y Julián:
Hermosas historias las que cuentan. Algunas tristes como la de yogur y otras increíbles como las de la niña que les ofreció su casa. Se que pronto van a emprender otro de sus viajes y quería desearles lo mejor a ambos. Si bien mucho no los conozco diría q casi nada pero el poco trato que tuvimos en la panadería bastó para darme cuenta lo buenas personas que son.. muchos éxitos en todo lo que se propongan.
Abrazo grande para los dos… Hernán ( Panaderia)